Un tono rabioso corre por las venas de este montaje que se equilibra en el formato de comedia negra con ribetes absurdos.
Como si fuera un kulkul en el medio urbano, la obra de la compañía La María amplifica desde el escenario las percepciones más ocultas, pero más operativas, que una parte importante de los chilenos posee sobre los mapuche y su cultura.
Y lo hace a través de abogados abeceuno que, además de poseer mucho dinero, exponen sin complejos el poder que tienen y ejercen como miembros de la clase social que controla el país.
En realidad, estos profesionales de las leyes se dan el lujo de defender a un tipo que representa parte de lo que ellos odian y desprecian. Y, obviamente, no creen en su inocencia.
Erwin Cayuqueo es el nombre del acusado. Pero, aunque es el centro de esta historia, nunca está en escena, una opción relevante del autor y director Alexis Moreno, para graficar el casi nulo valor social e histórico que parte de la sociedad le otorga a lo que el mapuche representa.
El tal Cayuqueo sólo existe porque los abogados lo nombran. Será una imagen lejana, el encabezamiento del folio para ubicar un archivo, un desafío profesional para ellos, porque como defensores aspiran a ganar un juicio indefendible que otros perderían.
Cayuqueo ha sido acusado de incendiar la casa patronal de un agricultor de la Araucanía, instalada en terrenos reclamados por una comunidad mapuche, provocando la muerte de sus dos moradores.
El dato tiene importancia, porque recuerda hechos conocidos y exacerbados en los medios de comunicación anti mapuche, además de hacer referencia a conflictos de usurpación de tierras indígenas que surgieron apenas se produjo la independencia de Chile del imperio español, en el siglo XIX.
Idiosincrasia perdida
Junto con tener como referencia la confrontación centenaria entre el Estado chileno y las comunidades indígenas, en “Los millonarios” también se propone en primera persona hurgar en el tema de la siempre difícil de definir idiosincrasia chilena.
En esa pelea personal y elusiva tan nacional que se mueve entre renegar de los orígenes, diluirlos en definiciones étnicas arribistas y mirarse al espejo con desconfianza, junto con admirar la piel blanca y el pelo rubio.
Pero todo mirado desde las relaciones de poder en la sociedad y en el formato de comedia negra, arista que ha identificado a la compañía La María en su trayectoria.
Se corren riesgos cuando el humor negro es el vehículo para abordar temas sumamente serios como la guerra, la muerte, la religión, la sexualidad, entre muchos otros tópicos. Un recurso que la gente sumamente convencional criticaría por considerarlo inadecuado para analizar ciertas materias.
Una complejidad que no teme La María. Por el contrario, desde que el grupo partió, en 1999, con “Apocalipsis de mi vida”, incluyó en su propuesta escénica incursionar en costumbres y conductas aceptadas socialmente, a través de una mirada crítica con fundamentos artísticos y desparpajo.
En “Los millonarios” el humor se hace corrosivo cuando transporta lo social, lo patriótico, la historia nacional y el racismo explícito y encubierto.
La comicidad de las situaciones, lo chocante de las definiciones leguleyas de sus personajes, las estrategias de defensas que elaboran, los juegos y ensayos de interrogatorios, el desprecio que sienten por lo mapuche, la risa que les provoca defender a un paria, en momentos bordea lo absurdo, incluso, lo grotesco.
El total deja una estela demoledora, risa explosiva en algunos espectadores, una mueca congelada en otros.
Quince obras en década y media
Durante una noche ocurren los hechos en “Los millonarios” (Elenco: Alexandra von Hummel, Manuel Peña, Elvis Fuentes, Rodrigo Soto, Daniela Fernández, María Eugenia Valenzuela).
El ambiente es elegante, como corresponde. Música clásica ambienta esta vigilia durante la cual se disecciona un cuerpo social aparentemente sano y que propone un discurso muy crítico que actualiza el Chile de hoy.
La coherencia del relato escénico se advierte a través del perfil ético y del universo más interno, culturalmente instintivo, que subyace en los personajes, en aquello que nadie puede evitar que emerja.
A esto se agrega el uso de una verbalidad agobiante y avasalladora, basada en resabios técnicos y jurídicos, punto de enlace con la realidad, aunque la ficción teatral dibuja a estos seres humanos con ribetes exagerados y absurdos.
Esta comedia también se tiñe con la violencia y nihilismo de estos bien vestidos personajes. De ellos emana un tipo de inhumanidad que horroriza y… hace reír, ya que por la forma coloquial y cotidiana con que actúa el elenco.
Todo esto hace que revolotee la idea de la inesperanza, término acuñado por el dramaturgo Juan Radrigán para referirse a aquello que predomina cuando hasta la humilde desesperanza no tiene posibilidades.
La comedia y el humor negro no esquivan nada, ni riesgos ni prejuicios. Y es la opción de la compañía La María: logra con recursos escénicos manejados con habilidad -por contraste, presionando las sensibilidades y generando situaciones de humor negro-, que sean más evidentes los valores y pasiones que se ocultan detrás de la buenas maneras sociales. Y lo hace más soportable al espectador.
Textos propios, re escrituras y adaptaciones han sido y son la base del proceso creativo de la compañía La María, fundada en 1999 por Alexis Moreno y Alexandra von Hummel, ambos egresados de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile.
Uno de sus montajes más celebrados fue “Pelícano” (2002), del dramaturgo sueco August Strindberg. Durante su trayectoria llevaron al escenario quince montajes, creando una fisonomía escénica propia. Además de “El apocalipsis de mi vida” y “Pelícano”, han montado “Trauma”, “Lástima”, “Sin corazón”, “Hamlet”, “El rufián de la escalera”, “La gaviota”, “Superhéroes”, “Numancia”, “La tercera obra”, “Abel”, “Las huachas”, “Caín” y “Topografía de un desnudo”.
Discursos sin sordina
La técnica del sofista clásico es un rasgo especialmente relevante en este montaje, porque da cuenta de la función que cumple el concepto discurso, la palabra hablada, como elemento escénico, filosófico e histórico.
En “Los millonarios” se manifiesta como parte del ejercicio de la abogacía, por lo que sus personajes tienen como referencia los códigos -para acatarlos o burlarlos-, siempre en función de los intereses que defienden, aunque sean totalmente opuestos a sus creencias y convicciones.
El discurso seductor, no siempre convencional, adquiere aquí gran preponderancia, porque su objetivo es convencer al juez, al jurado o al público, y desvirtuar lo que podría plantear el fiscal acusador, aunque éste también sea parte de un sistema donde la justicia es difícil de encontrar.
Para lograr esta destreza, los abogados millonarios llevan adelante tal vez el recurso escénico más interesante y efectivo: planifican y realizan juegos legales que les permiten ponerse en todos los escenarios durante un juicio y construir una estrategia adecuada para enfrentarlos.
A través de estas improvisaciones se advierten con más claridad sus convicciones más profundas, lo lejos que están del mapuche que defienden y la descarnada mirada que tienen del patrimonio cultural, social y político indígena.
Desde este vértice, la obra hace un real aporte, ya que muy pocas veces ha llegado a un escenario, a través de una ficción de buen nivel artístico como en “Los millonarios”, la visión que sobre la realidad tienen los sectores conservadores y que manejan el poder. “La amante fascista”, gran texto de Alejandro Moreno, es otro ejemplo relevante.
En este sentido, el trabajo de investigación de medios de prensa del siglo XIX en adelante que hizo el autor, otorga una base documental e histórica al texto de la obra ya que se citan fragmentos de declaraciones reales de diversos personajes sobre el tema mapuche.
Sobre la visualidad del montaje, sólo mencionar dos elementos que sintetizan la calidad y coherencia de las opciones asumidas por Rodrigo Ruiz (Escenografía) y Ricardo Romero (Iluminación): la cabeza de un jabalí disecado que se exhibe como trofeo en un muro, signo de estatus, forma de vida, dominio del entorno y poder; y un escritorio más bien despojado, el territorio común de gente que ama y odia.
Teatro UC. Jorge Washington 26. F: 2205 5652. www.teatrouc.cl Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado 20.30 horas. Entrada: $ 8.000 general, $ 5.000 tercera edad y convenios, $ 4.000 Miércoles populares. Hasta el 23 de Agosto.
Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista