Por Manuel Ansede, de EsMateria.com
Un libro coordinado por la física española Lourdes Vega muestra las aplicaciones industriales del CO2, uno de los gases responsables del cambio climático, para intentar borrar su imagen negativa. Vega acaba de recibir el premio Innovación y Tecnología de la Real Sociedad Española de Física por su trabajo al frente del centro de I+D MATGAS, especializado en buscar usos sostenibles del CO2.
1. Sintetizar aspirinas. Para muchos, el cambio climático provocado por las emisiones de CO2 es un dolor de cabeza. Lo curioso es que el CO2 también ayuda a quitar esa molestia. El ácido salicílico, uno de los productos fundamentales para sintetizar aspirinas, se obtiene haciendo reaccionar fenóxido sódico con CO2 a una temperatura de 125 grados y muy altas presiones.
2. Producir cerveza. El CO2 es un aditivo aprobado para uso alimentario. El agua carbonatada, también denominada soda o agua con gas, no es más que agua con CO2. El dióxido de carbono también aparece en bebidas alcohólicas, como la cerveza, aunque en este caso suele provenir del proceso de fermentación. “Es muy común ver estas bebidas en barriles a presión, especialmente la cerveza, donde el CO2 ha sido añadido de manera artificial con dos objetivos: enfriar la bebida y mantener el gas necesario para que salga a presión por el tirador”, explica el libro coordinado por Lourdes Vega.
3. Aturdir animales antes del sacrificio para evitarles sufrimiento. En cerdos y aves, para evitar un sufrimiento innecesario, los animales son aturdidos antes de sacrificarse. Los dos métodos más empleados son el aturdimiento eléctrico (una descarga eléctrica en el cerebro) y la exposición al CO2. La inhalación del gas deja insensibles a los animales sin dejar rastros de residuos en la carne. Entre sus ventajas, según la Plataforma Tecnológica Española del CO2, no requiere sujetar a los ejemplares que van a ser sacrificados y permite el aturdimiento en grupo. No obstante, según reconoce la Plataforma, la pérdida de consciencia no es inmediata y puede demorarse 30 segundos, provocando sensación de asfixia e irritación en las mucosas, al ser un gas ácido.
4. Fabricar combustible. Diversos proyectos intentan utilizar bacterias para producir combustible a partir de CO2. Uno de ellos, dirigido por Christopher Brigham, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EEUU), ha modificado los genes de una bacteria del suelo, la ‘Ralstonia eutropha’, para que fabrique isobutanol, un alcohol que puede sustituir a la gasolina. El equipo de Brigham intenta perfeccionar el proceso para que el microbio genere este combustible a partir de CO2.
5. Conservar la leche. Inyectar CO2 en leche cruda refrigerada, y mantenerla así cinco días antes de quitarle el gas, ayuda a que dure más tiempo, conservando sus propiedades sensoriales, según una patente en manos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la empresa Carburos Metálicos. Además, según el libro de Lourdes Vega, “la leche refrigerada y conservada por acidificación con CO2 puede ser utilizada para la fabricación de quesos”.
6. Cultivar algas como fuente de energía renovable. Para crecer, las algas sólo requieren agua, nutrientes, la luz del sol y CO2. Y, una vez secas, pueden ser una fuente de combustión para generar energía renovable. Varios proyectos emplean para ello microalgas, capaces de llevar a cabo la fotosíntesis con un rendimiento mucho mayor que el de las plantas superiores. Para cultivar las algas se pueden utilizar los gases emitidos por centrales térmicas o cementeras. El problema es que se requiere una superficie de cultivo demasiado grande. Además, el secado de las algas encarece la síntesis del biocombustible, al consumir mucha energía, según admite la Plataforma Tecnológica Española del CO2.
7. Fabricar cemento más sostenible. El 5% de las emisiones mundiales de CO2 se debe a la producción de cemento. Y la cifra aumenta. Los expertos calculan que, antes de 2030, las cementeras del planeta emitirán más que la UE entera. Algunos proyectos buscan crear cementos a partir de CO2, como el eco-cemento pensado por un consorcio europeo coordinado por el español Grupo Essentium. El proyecto pretende desarrollar nuevos cementos que incorporen CO2 en forma de carbonato precipitado por la acción de bacterias. El carbonato es una materia prima clásica del cemento.
8. Apagar incendios. Como explica el libro de Lourdes Vega, el CO2 se emplea en extintores de incendios debido a sus propiedades: “no es combustible, no reacciona químicamente con otras sustancias, permite ser comprimido dentro del extintor de incendios, no conduce electricidad y no deja ningún tipo de residuo”.
9. Conservar las ensaladas. “Es un hecho demostrable: se come más sano gracias al CO2, porque posibilita que las ensaladas vengan ya limpias y preparadas para poner en el plato”, afirma la física Lourdes Vega. Se refiere al envasado en atmósfera protectora, un procedimiento por el cual los alimentos se envasan con una atmósfera modificada respecto a la terrestre, para retrasar su degradación. Su vida útil llega incluso a triplicarse, comparada con el envasado tradicional en aire. “Se recomienda un mínimo de un 20% de CO2 para controlar el desarrollo de bacterias y mohos”, sostiene la Plataforma Tecnológica Española del CO2.
10. Limpiar de insectos los alimentos. “Uno de los problemas sanitarios más importantes que afectan a la industria alimentaria son los derivados de la presencia de insectos y ácaros, así como el uso de plaguicidas”, plantea la Plataforma Tecnológica Española del CO2, que pone en el punto de mira a polillas, gorgojos, escarabajos y piojos de los libros. Tradicionalmente, contra estas plagas se han empleado productos químicos, hasta que fueron prohibidos en 2006 por el Protocolo de Montreal por dañar el medio ambiente, sobre todo el bromuro de metilo. Uno de los métodos alternativos es el CO2, que estimula la apertura de los orificios respiratorios de los insectos, produciendo su desecación.
La importancia del CO2
“El CO2 es bueno. Lo comes, lo bebes, lo utilizas para apagar fuegos. No es malo, lo que ocurre es que hay un exceso en la atmósfera”, sostiene convencida la física Lourdes Vega. Esta científica dirige el centro MATGAS, un consorcio de investigación entre el CSIC, la Universidad Autónoma de Barcelona y la empresa Carburos Metálicos. Allí, Vega intenta saltar un abismo: el que separa la cifra de emisiones de CO2 de la cifra de recuperación y utilización de ese gas con fines industriales.
En 2011, argumenta, 31.200 millones de toneladas de CO2 acabaron en la atmósfera como consecuencia de la actividad humana. Y apenas se utilizaron 128 millones de toneladas en la industria, reconvertidas en productos como extintores, refrescos de cola, fármacos y un largo etcétera.
Vega recibió el premio Innovación y Tecnología 2013, entregado por la Real Sociedad Española de Física y la Fundación BBVA, por su trabajo en busca de nuevos usos del CO2. La investigadora ha presentado este año el libro Usos del CO2: un camino hacia la sostenibilidad, editado por la Plataforma Tecnológica Española del CO2, una organización integrada por 27 entidades del sector del CO2, desde instituciones de I+D, como el CSIC, hasta empresas responsables de emisiones, como Endesa y Hunosa. En el libro, Vega, junto a otros autores, analiza las tecnologías que emplean o emplearán este gas como materia prima.
“Queremos contribuir a que la sociedad conozca realmente qué es el CO2 y sus posibles aplicaciones, borrando esa imagen negativa que en ocasiones tiene este compuesto”, afirma.