Arsene Wenger desembarcó en el Arsenal en 1996 en el anonimato más completo y 18 años después, el próximo sábado, vivirá su partido número 1.000 en el club de Londres ante el Chelsea de su archienemigo José Mourinho.

“Arsene.. ¿quién?”, tituló el 30 de setiembre de 1996 el diario Evening Standard al conocerse que el ex entrenador del Mónaco, entonces en el club japonés Nagoya, era el sustituto de Bruce Rioch.

“Nos preguntamos qué podía saber de fútbol un francés que llevaba gafas y parecía un profesor”, admitió el entonces capitán del equipo, el legendario Tony Adams.

Casi veinte años después, sólo sus enemigos se resisten a admitir que este Wenger ayudó a cambiarle la cara a un campeonato que era muy poderoso, pero cuyo fútbol era entonces más rocoso que distinguido.

“Cambió la cara del fútbol inglés”, admitió el ex jugador del Liverpool Jamie Carragher, ahora comentarista de televisión.

La vieja guardia de los ‘Gunners’, entonces integrada por los defensores Dixon-Bould-Adams-Winterburn -y tras ellos el portero Seaman, en quién Wenger encontró un gran apoyo- lo recibió con dudas pero pronto se dejó convencer por su atención individual, su gusto por la dietética y su atención al cuidado personal y la recuperación.

ATRÁS QUEDÓ EL “ARSENAL ABURRIDO”

Su otra gran cualidad fue retirarle al Arsenal el sello de “aburrido” que le acompañó durante muchos años.

“Estoy seguro de que algún día, cuando vuelva la vista atrás, me sentiré orgulloso”, reconoció esta semana.

“Sobre todo de mis primeros años, porque el segundo periodo ha sido más complicado, sin trofeo. Inicié una transformación complicada, acepté quedarme sabiendo que teníamos sólo una pequeña posibilidad de ser campeones”, añadió el DT.

En la misma línea, el adiestrador sostuvo que “es un gran honor estar aquí después de tanto tiempo y nadie podía imaginárselo. En este oficio, no se suele mirar más allá del próximo partido pero a veces, poco a poco, se llega a los 1000″, agregó.