“Sin la música, el mundo sería un lugar terrible”, declaró durante una entrevista, Claudio Abbado. Fue un grande europeo. Extraordinario director orquestal. Nacido en Milán en junio de 1933, hijo de una pianista y de un violinista, murió en Bolonia el pasado 20 de enero a los 80 años de edad. Se ha apagado una maravillosa luz en la cultura del Viejo Mundo.
Este continente atenazado hoy por la soberbia, por los extremismos, por los escándalos y delitos, por los que sufren persecución racista, por la desigualdad económica y la corrupción es, también, el territorio donde la llama del espíritu creador tambalea. La obscenidad del dinero y de la política perversa hacen de las suyas.
Abbado siembre escapó a la publicidad barata. Tímido, accesible, parco, frágil y descarnado pero todo un gigante en el podio, interpretó de modo memorable viejas y nuevas partituras: Beethoven, Mozart, Stravinsky, Brahms, Ravel o Rachmaninov. Fuese en Milán, Londres, Viena o Lucerna, siempre en medio de una tempestad de aplausos. Estimuló y apoyó, además, jóvenes vocaciones. “Su infinita generosidad y amor serán siempre uno de los mas valiosos tesoros que guardaré en esta vida” dijo, conmovido, Gustavo Dudamel, su discípulo y conductor venezolano, estrella de los escenarios actuales.
Volcado a promover el arte musical Abbado protagonizó decenas de proyectos: Orquesta Juvenil de la Comunidad Europea; Orquesta Juvenil Gustav Mahler, entre otros. En La Habana proyectó la creación de una orquesta juvenil latinoamericana. Siempre comprometido con una política social, por supuesto de izquierda, durante años y junto a su célebre compatriota, el pianista Mauricio Pollini, llevó la música a las cárceles, hospitales pobres, barriadas obreras: “La educación musical es, en realidad, la educación del ser humano” repetía. En Caracas, año 2010, elogió y dirigió a los muchachos de centenares de orquestas juveniles que se han desarrollado en ese país. “En el egoísta sistema actual la música conforma un rescate social. Salva a los jóvenes de la criminalidad, la prostitución y la droga.” declaró.
Cuando en 1989 murió Herbert von Karajan, célebre titular de la Filarmónica de Berlín (tal vez la más famosa orquesta sinfónica del mundo) los músicos, en votación secreta, eligieron como sucesor a Claudio Abbado, por entonces de 56 años. Atrás quedaba una era dictatorial. Von Karajan, austriaco, fue un personaje genial pero odioso y engolado. Rapiña en los negocios, arrogante y exigente. Brillaba desde la era nazi. Se inscribió ¡dos veces! en el partido acaudillado por Hitler.
Llegando y cambiando todo. “No me llaméis maestro, para ustedes soy uno más, soy Claudio” dijo Abbado a lo ejecutantes germanos. Sin poses ni divismos, puertas abiertas, revolucionó y rejuveneció más que nunca a esa legendaria agrupación.
Abbado: un mito viviente. Disfrutaba de la vida, de los amigos, de las rosas que embellecen cada retorno de la primavera. Carismático, sentimental, italiano hasta el tuétano, viejo camarada, preocupado por el medio ambiente. Un cáncer al estómago lo redujo pero, aún enfermo, siguió adelante durante 10 años.
Consumido, exhausto , operado varias veces y bajo un régimen alimenticio severo, continuó empuñando la batuta. Expiró tranquilamente, rodeado de su familia. Merecida paz para un generoso luchador que amó y enalteció la vida.
Alguna vez, ya muy debilitado, reflexionó en voz alta: “Volvería a dirigir en el teatro Scala de Milán; lo haría si me pagaran…plantando 10 mil árboles”.
Crónicas de la actualidad europea cuyo autor, Oscar Vega, reside en Portugal. Periodista y escritor, se inició en 1956 en el vespertino Crónica de Concepción. Ha trabajado, entre otros medios, en los diarios La Discusión, Clarín, La Nación, Fortín Mapocho, La Época y en revistas como “Hechos Mundiales” y “Cauce” de Chile y “Límite Sur”, de México. Igualmente, entre otras emisoras, Magallanes, Minería, Cooperativa (1960-1970) y radio Berlín Internacional (1980-1990) Su último libro, “Música para dos”, fue publicado el 2012 por editorial Lom.