Antonio Becerro lleva dos décadas trabajando con perros callejeros, “quiltros”, modelados o embalsamados, con un arte a veces bizarro, sórdido, que está en los bordes y más allá. Un marginalidad que ha encontrado espacio en la institución que, por excelencia, legitima: el Museo Nacional de Bellas Artes.
Así, a partir del próximo 7 de enero, Becerro expondrá sus perros, esa metáfora de lo chileno, de nuestras idiosincrasias e identidades, de la diversidad y, en especial, de las marginalidades, en un espacio que, originalmente, estaba destinado a las “Bellas Artes”.
Perros chicos, medianos y grandes, bellos o deformes, mutilados, cachorros o viejos… todos han sido parte de su “universo”. Parte de la exposición será similar a lo visto en la USACH. El resto -en el interior del Museo- esperamos nos sorprenda a partir del próximo 7 de enero.
Esta exposición individual es, sin duda, un paso importante en la carrera y en la validación de su arte, su forma de expresión y sus planteamientos, ciertamente marcados por la mirada crítica, incluso ácida de la realidad y la contingencia.
Comunicado
A partir del 7 de enero de 2014, el Museo Nacional de Bellas Artes recibirá la exposición Encontraron cielo del artista chileno Antonio Becerro (Santiago, 1964).
La muestra, que se podrá visitar hasta el 30 de marzo del mismo año, consta de una intervención en la fachada del edificio que se prolonga hacia el Hall Central, proponiendo un recorrido que finaliza con una instalación en el Ala Norte del primer piso.
Encontraron cielo es una obra de grandes dimensiones que se enmarca en lo que ha sido una constante en la carrera artística de Antonio Becerro: tergiversar el estatuto de las instituciones sociales y religiosas, traspasando los límites de las disciplinas artísticas, así como desarrollar una poética personal a partir de la búsqueda de lo reconocible como nacional.
Utilizando diferentes medios, el artista ha rescatado la imagen del perro callejero como metáfora del chileno, que en este caso ingresa desde la calle y por los aires al espacio institucional del Museo Nacional de Bellas Artes.
“Su obra hace una inflexión en lo ideológico, en lo social, apropiándose de la imagen del quiltro, de los espacios abandonados, desde cuyos márgenes también hace una crítica a la mercantilización del arte. Así mismo la importancia del quiltro, síntoma de ese mestizaje del cual el artista alude de manera explícita, con el fin de representar ese origen inconsciente o motivación desconocida siempre presente en la obra”, señala el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Roberto Farriol.
Becerro toma por sorpresa la escena local valiéndose del levantamiento de “escombros orgánicos”, tal como el autor denomina a los materiales que componen sus obras, que en ocasiones han sido cadáveres de perros abandonados o atropellados, recogidos en calles y carreteras de la Región Metropolitana, y en el tiempo han evolucionado hacia las esculturas en fibra de vidrio y otros materiales.
A través de la metáfora y humor negro, Becerro reflexiona y usa los medios de comunicación como extensión legítima de su obra, instaurando con ello un modelo original de artista borderline y su relación con la institucionalidad del arte en Chile.
Esta exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes es la consecuencia de instalaciones anteriores, llamadas igualmente Encontraron cielo, que ha realizado en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Santiago de Chile USACH (2012), el Museo de Arte Moderno de Chiloé (2013) y a los pies de la escultura El roto chileno, de Virginio Arias, en la Plaza Yungay (2013).
La muestra se inicia en el exterior del Museo, mediante una intervención consistente en un container del cual se despliegan 25 esculturas de perros a escala natural que simulan estar volando, suspendidos en una trama de cables acerados que los conecta con el frontis del edificio.
Desde el cielo los animales parecen invitar a los transeúntes a ingresar, guiándolos hacia la sala del ala Norte en la que se completa la exposición con una instalación de 30 esculturas de perros, realizados en fibra de vidrio con resina plástica. Éstos se ubican en distintas posiciones sobre una capa de sal fina. Los perros están iluminados con tecnología robotizada de luces led, lo que crea una atmósfera con luz azulada, componiendo una imagen fría, tenue, casi oscura, potenciada con sutiles sonidos envolventes de la naturaleza.
La intervención en el espacio público no culmina únicamente en las esculturas aéreas; el container será un espacio en el que se desarrollarán diversos espectáculos musicales y artísticos gratuitos, que buscarán captar la atención del transeúnte durante el transcurso de la muestra.
“¿Qué lo mueve a instalar su obra en el Museo?”, reflexiona Farriol. “Una de las muchas lecturas quizás sea la escenificación de su propio montaje museográfico, que desde un recorrido coreográfico suspendido en un tramado de redes adheridas al museo, se hunde voluntariamente bajo la sal(a) del museo, en un legítimo impulso de conservación y perpetuidad en la historia del arte en Chile”.
Antonio Becerro (Santiago, 1964)
Ha incursionado en una amplia gama de disciplinas artísticas, provocando muchas veces cruces experimentales entre las mismas: poesía, pintura, performances, grafitis, videos, fotografía y taxidermia (técnica que aprendió en el Museo Nacional de Historia Natural).
Ha tenido una fuerte labor en el ámbito de la gestión cultural, tanto como formador como en su rol de gestor y curador. Es destacable su labor en la histórica Galería Bucci (1993-1995), donde reinstaló a la galería como un semillero de nuevos lenguajes en el contexto de la recién recuperada democracia, y su actual labor como Director del Centro Experimental Perrera Arte (1996-2014), en el Parque de Los Reyes, uno de los primeros espacios donde la autogestión ha sido el principal motor de crecimiento.
Además de fundar el espacio, impulsó la restauración de este emblemático edificio de Santiago de 1930, que cuenta con una fuerte carga simbólica, debido a que fue la primera planta de la ciudad donde se incineró basura y en algún minuto fue utilizada como perrera municipal. Dicha carga es aprovechada y potenciada por el artista, con el propósito de acercar lenguajes no convencionales del arte a la comunidad barrial, que es otro de sus objetivos constantes.
Dentro de la vasta trayectoria del artista, se puede destacar que obtiene consecutivamente el Fondo Nacional de Desarrollo Regional FNDR, entregado por el Gobierno de la Región Metropolitana al Proyecto Oxígeno, convocatoria de artes visuales y talleres abiertos a la comunidad; se adjudica en varias ocasiones el FONDART, otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con las instalaciones Óleos sobre perro, Semidoméstico y Puesta en Escena, realizado en conjunto con el fotógrafo nacional Jorge Aceituno.
Ha expuesto en los espacios artísticos más importantes de Chile, como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de Chiloé, el Museo de Arte Contemporáneo y la Biblioteca Nacional. En Buenos Aires, formó parte de la exposición colectiva en la Feria Internacional de Arte Periférica en el Centro Cultural Borges, con la instalación La mano de Dios; en Miami, en la muestra colectiva en la Galería Jacobo Carpio.
También ha realizado proyectos colaborativos con destacados artistas chilenos, como los pintores José Balmes, Gracia Barrios y Eugenio Téllez, el cineasta Raúl Ruiz, el poeta Armando Uribe, la poetisa Carmen Berenguer, el director Jean-Luc Courcol (Royal de Luxe), entre muchos otros, lo que le ha permitido cruzar el puente generacional y actualizar el contacto de los jóvenes con las miradas más experimentadas de la intelectualidad y el arte chileno.