Tras 25 días de infructuosa búsqueda, este miércoles finalizó la Operación Tirúa, sin hallar rastros del Cessna 172 y de sus cinco ocupantes, desaparecidos la tarde del domingo 6 de octubre tras despegar de Isla Mocha.
Sin saber qué ocurrió con los suyos, ni dónde se encuentran, las familias de los cinco ocupantes de la aeronave se resignaron al final de la búsqueda oficial, según determinó la Fuerza Aérea de Chile, coordinadora del operativo.
El general Iván Travisany lamentó no entregar una respuesta concreta y destacó que el principal obstáculo fue la falta de información fidedigna acerca del trayecto de la aeronave, lo que sumado a la enorme área de búsqueda -9 mil kilómetros cuadrados- dispuso vallas insalvables.
Agregó que fue la mayor operación de búsqueda en la historia del país para un avión civil, con 500 efectivos que barrieron el mar, tierra y aire, al norte y sur de Tirúa, en busca del destino del monomotor, por eso se retiran con la frente en alto y la conciencia tranquila.
Pero lo que queda es que no se halló evidencia alguna, salvo la mochila de uno de los ocupantes, encontrada de forma casual por una pareja en Punta Morguilla, cerca de Lebu, 70 kilómetros al norte de Tirúa. La pista de la señal telefónica captada por una antena en Quidico, 15 kilómetros al norte de la ciudad, tampoco sirvió. Y es la gran pena de los familiares: desconocer cómo terminaron sus seres queridos y no tener un cuerpo que sepultar. El mar se los robó.
Gladys Zúñiga, la madre de Eric Arriagada, ingeniero de 28 años que viajó junto a su amiga Leslie Roa Sufray, de 27, bióloga, estudiante de un magíster en Ciencias en la Universidad de Concepción; aceptó resignada el fin de la búsqueda, que la devuelve al mundo real.
No todos se fueron con las manos vacías, porque Cecilia Espinoza, esposa de Jorge Luengo Suazo y madre de Jorge Luengo Espinoza, al menos recibió la mochila y las fotos reveladas de un rollo, donde su hijo aparece en Isla Mocha, hasta donde viajó para adquirir un terreno.
La familia del piloto Mario Hahn Cortés, de 68 años, también cargará con un peso enorme y un dolor inextinguible. Aunque existe consuelo, porque lo peor es hundirse en las sombras, comentó Julio Hahn, hijo del piloto.
Para este jueves 31 se programó un acto recordatorio, en el aeródromo Lequecahue de Tirúa, donde junto a un pino ubicado a la entrada, se colocará un monolito de madera y piedra con una placa con el nombre de los cinco pasajeros que nunca llegaron a destino, comentó Gladys Zúñiga.
Algunos familiares analizan seguir con una búsqueda particular, pero el alto costo lo dificulta. Por eso, a menos que el mar devuelva la esperanza, esta operación llegó hasta acá, sin final feliz.