En la Europa Comunitaria, la de los veintiocho países, la corrupción no afloja. Es un cáncer con metástasis en medio de una interminable crisis cuyos signos más porfiados, cesantía y pobreza, determinan la ausencia de horizontes. Los gobiernos de turno no se caracterizan precisamente por defender a los menos afortunados, que, como siempre, son las mujeres, los jóvenes y viejos, es decir las mayorías.
¿Hasta qué punto cree usted que el Gobierno de su país defiende solamente los intereses de unos pocos? La pregunta la formuló un organismo llamado Transparencia Internacional. La respondieron ciudadanos de treinta países. Grecia, Israel, Italia, Bélgica y España quedaron en primer lugar. La gente afirmó sin dudar: solamente los poderosos, unos pocos, sacan premio, obtienen provecho y se ven favorecidos.
En la defensa de los intereses de una minoría ¿qué sucede en un país como Chile? Respuesta: 63 por ciento de nuestros compatriotas tienen la película muy clara. Solamente hay manga ancha para los poderosos.
Alguien dirá: con las estadísticas hay que andarse con cuidado. Se trata de cifras que nadie puede salir a comprobar. Si escribo (por ejemplo) que hoy en día el 60 por ciento de los pobres del mundo son mujeres (dato de Unicef) ya se encargarán otros, afectos al poder de turno, de ningunear las cifras, relativizarlas e inclusive hasta de falsificarlas.
Volvamos a Chile. El 1 de julio reciente el Banco Mundial cambió la calificación de nuestro lindo país con vista al mar. De haber sido un territorio con ingreso medio alto, pasamos a ser de ingreso alto. Una categoría regia y sonora que compartimos, codo a codo, con las llamadas naciones desarrolladas: 24 mil 500 dólares por cabeza al año. Ya podemos saltar de felicidad.
¿Podemos? La cifra, la estadística, el dato podrá ser hermoso pero hay que agregarle otros ingredientes. El pastel (el bienestar, el dinero) está bastante mal repartido. El 10 por ciento de los ciudadanos más ricos del país absorben (se tragan, alegremente) el 60 por ciento de la riqueza. Y eso no es todo: el uno por ciento de los ciudadanos más acaudalados se embolsan más del 30 por ciento de esta torta de dinero.
El país ha crecido y sigue creciendo, nos dicen en el exterior. ¿El país? No será que han crecido las grandes empresas, la minería, la banca?
Ahí, siguen en las listas que se publican en el exterior los afortunados Luksic, Saieh, Solari, Angelini, Piñera, Paulman y Matte. Hay otros en la reserva. Política y negocios amarrados desde los días de la dictadura hasta hoy. Con la Concertación esos dueños del país hicieron samba canuta. O mejor dicho los próceres de la Concertación, se dejaron manosear. El dinero no tiene olor.
En nuestro país, del censo mal censado (valga la redundancia), la mano de obra sigue siendo barata, el rostro del atraso no cambia. El lucro con la educación, y la vivienda no se terminan¿ ¿Existe de verdad un salario mínimo de 900 mil pesos mensuales? ¿Cuántos compatriotas trabajan como burros, cabeza abajo, y ganan al mes, (si es que ganan) apenas, 200 mil pesos?
Pero al final de cuentas, no será necesario medir y discutir estadísticas para apreciar la desigualdad. Eso lo sabe cualquier chileno que encara el día a día con los ojos bien abiertos.
Por estos mundos, en la Vieja Europa, economistas neo liberales se mueven como culebras en medio de la crisis atacando al Estado y el gasto público. Piden recortes y más recortes. Explican que hay que seguir protegiendo a los bancos. Callan ante la corrupción porque para eso, dicen, están los jueces y los tribunales. Si el alboroto social sube de tono porque la clase política roba sin vergüenza y si los documentos de tanto dinero negro o de sobornos a mandatarios y parlamentarios están a la vista, los buenos caballeros del orden, claman al cielo e inventan artimañas.
En la hundida España negra de estos días, sin ir más lejos, se agita el antiguo problema del Peñón en Gibraltar. Los ingleses sacan tajada. Al Gobierno español le viene de perilla ventilar un problema de soberanía, patria, el patriotismo, ya se sabe, es el último refugio de los canallas. Y la población hispana, henchida y herida de orgullo nacional, olvida lo principal, el hambre. Patriotería, cuento viejo con himno, bandera y en este caso un rey patuleco de por medio, da resultados.
Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.
Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.
Actualmente reside en Portugal.