Encariñarse con las mascotas no es difícil considerando que nos entregan compañía y afecto incondicional. Sin embargo, eso no quiere decir que debamos tratarlos como personas, pues corremos el riesgo de perder la autoridad ante ellos y que se vuelvan totalmente incontrolables.
Y es que al “humanizar” a los perros, nos olvidamos de sus propias necesidades y características. Además, “un perro no entiende cuando se le habla, como lo interpretan muchos de sus dueños, sino que interpreta esa energía”, explica Patricia Funes, fundadora de un Centro de Psicología Canina en Argentina, quien añadió que “muchos tienden a tratarlos como bebés, pero su mente no viene diseñada genéticamente para eso. Mientras muchos creen que los domestican; ellos siguen creyendo que están en un entorno salvaje”.
Según la experta, el exceso de afecto, la falta de disciplina y el ignorar sus necesidades provocan un desequilibrio en el animal. “Siempre que un perro ataca tiene que haber un motivo, pero la gente no lo percibe porque no reconoce, por ejemplo, cuándo se siente amenazado y está en una situación de alerta”, explicó.
Este argumento muchas veces ha sido expuesto por el reconocido “encantador de perros” César Millán, quien señaló en una oportunidad que para que un can sea feliz sólo necesita “comida, ejercicio, disciplina y afecto. Lo demás sobra, es para satisfacer al dueño. Tratar a un perro como a un humano es ridículo”.
Con ello, coincide el veterinario Manuel Lázaro, quien indicó a la revista Consumer, que “un animal equilibrado es aquel que tiene un comportamiento acorde a las características de su raza, sexo y naturaleza y puede adaptarse sin problemas a su entorno”.
Además, si bien el periodo ideal para educar a un perro es cuando es un cachorro, eso no quiere decir que no pueda ser “reeducado” más adelante. “Siempre se les puede enseñar límites, disciplina y educación, aun si fue maltratado”, señaló Patricia.
La profesional dice que un buen momento para “reencausar” a un can es al alimentarlo. “El ritual de la comida es muy importante, para que sepa que se la está ganando. O, por ejemplo, para corregirlo lo tiro al piso, lo agarro del cuello y le aplico una energía específica como lo haría el líder de su manada”, enfatizó.
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