Todo atentando contra una vida me parece imperdonable. Sin embargo, cuando la violencia surge como resultado de nuestra cultura discriminatoria, me parece aún más inútil, y de ahí el imperioso llamado a extraer las debidas lecciones que nos conduzcan al ¡nunca más!.
En el caso de Daniel Zamudio, fue el rechazo a personas con opciones sexuales diferentes lo que permitió un avance definitivo en la institucionalidad chilena, manifestado en la promulgación con urgencia de la Ley Antidiscriminación o también conocida como Ley Zamudio.
Ahora es la familia Luchsinger MacKay asesinada por antisociales, la que nos muestra la urgente necesidad de encontrar una salida efectiva al conflicto “chileno/mapuche”, en el cual se enfrenta un grupo que considera que su estilo de vida es al que deben aspirar todos los habitantes de Chile y pretende a imponerlo, bajo la frase “y por qué mejor no se hacen chilenos y listo”; con una etnia que aspira a vivir y desarrollarse según sus propios patrones culturales.
Cuando un pueblo es conquistado por las armas, despojado de sus tierras, “ninguneado” en su cultura, etiquetado como “flojo, borracho y violento”, me resulta entendible (pero no justificable) que la violencia aparezca en distintas manifestaciones. Por cierto, quienes resultan víctimas de dicho proceso no encuentran consuelo ni explicación alguna.
Podríamos seguir “Ojo por Ojo” por décadas generando rencores que perduran por generaciones, hasta que decidamos asumir la oportunidad que significaría para Chile asumirse como una nación donde co-existen diferentes etnias, cada una con su aporte específico a partir de su cosmovisión, su relación con la naturaleza, su gastronomía, sus manifestaciones artísticas, su forma de organizar la familia, su especial método de resolver sus conflictos.
Todo ello, en un mismo crisol, también con el aporte de los emigrantes que eligieron y siguen eligiendo Chile como territorio donde desarrollarse, permitiría descubrir la fórmula que nos permitiera desarrollarnos con originalidad. Le podríamos mostrar al mundo que una sociedad heterogénea tiene infinitamente más recursos a los cuales echar mano, que la actual mala copia de una cultura foránea, la que se ha traducido en una brecha creciente entre ricos y pobres, así como aumento de farmoquímicos y suicidios, por mencionar solo algunos de los males del actual estilo de vida consumista que hemos adoptado.
Por ello, al igual que el caso de Daniel Zamudio, espero que el terrible asesinato del matrimonio Luchsinger MacKay permita dar vuelta la página de la actual forma de relacionamiento entre los chilenos y las etnias con quienes cohabitamos el territorio, y nos permita descubrir en la diversidad la clave para resolver los complejos problemas que hoy enfrentamos como sociedad.
Ximena Abogabir:
Presidenta Ejecutiva de la Institución.Periodista (Universidad de Chile), especialista en participación ciudadana, resolución de conflictos, gestión local participativa y convivencia sustentable. Expositora y docente permanente en espacios nacionales e internacionales sobre involucramiento de las empresas con las comunidades, cambio cultural y resolución de conflictos. Fellow de Ashoka desde 1995.
Presidenta y fundadora (1983) de Fundación Casa de la Paz; Integrante del Panel Externo de Revisión del Acceso a la Información del Banco Interamericano de Desarrollo – BID; Auditora social (“Conducta Responsable” de la Asociación de Industriales Químicos; Forest Stewardship Council FSC; Reportes de Sostenibilidad); Integrante de diversos Consejos Asesores y Jurado en concursos sobre materias relacionadas.