El primer signo de que algo no andaba bien que percibieron hoy los militantes y ciudadanos que llegaban hasta la sede de la Democracia Cristiana en Santiago, era la reja que la antecede, la cual estaba herméticamente cerrada con cadena y candado. Tras franquearla, por sus narices se introducía, como un golpe seco, la segunda señal, muy, pero muy desagradable… el fétido olor a pescado que inundaba este miércoles a los tres pisos que cobijan a la tienda falangista.
La pestilencia azota fuerte al poner el primer pie dentro del recinto ubicado en Alameda 1470. De ahí en más, recorrerlo se transforma en un verdadero desafío para la nariz hasta del más rudo. Según relata una testigo a La Radio, todo se inició ayer a eso de las 19:00 horas, cuando llegó hasta la sede de la DC un grupo de 14 personas. Una mujer, autodeclarada vocera, explicó al puñado de funcionarios presentes a esa hora que procederían a realizar “una acción”, que no estaba dirigida contra ellos en particular.
Sin embargo, ninguno siquiera sospechó las características de la mentada “acción”. De improviso, los protagonistas se transformaron en manifestantes y comenzaron a sacar bolsas y tarros con restos de pescado, no muy fresco al decir de varios. Así, el grupo blandió vísceras, colas y cabezas de tan noble recurso marino, que hoy es centro de la polémica en nuestro Poder Legislativo.
En ese minuto, quedó en evidencia el motivo de la poco común protesta. Vociferando consignas contra los parlamentarios demócrata cristianos que han respaldado el proyecto de Ley de Pesca, de controvertido trámite legislativo, los manifestantes se distribuyeron en el primer piso del inmueble y comenzaron a lanzar los restos de pescado en todos sus rincones y a pasarlos por sus muros.
Al mismo tiempo, dejaban testimonio de su peculiar protesta con rayados alusivos a la controversia:… “No a la Ley Longueira Maldita”, “No a la venta del mar”, “Concerta vende el mar”, entre otros.
Alertado por algunos funcionarios, el único dirigente nacional de la DC que se encontraba en ese momento en la sede, el secretario nacional, Víctor Maldonado, bajó raudo desde el segundo piso para intentar poner paños fríos a la fétida escena. Sin embargo, a poco andar, debió rendirse y desistir de su intento de diálogo, cuando uno de ellos intentó refregarle restos de uno de los especímenes en su ropa. Prestamente asistido por un funcionario, el dirigente retornó a su oficina, rendido ante la decisión del grupo y su nula disposición a conversar en términos algo más amenos.
Así las cosas, los manifestantes comenzaron a distribuirse por los restantes pisos de la sede de la DC y, en cada uno de ellos, repitieron el pestilente rito. Según un funcionario, el más afectado fue el tercero, donde el grupo hizo sentir, ya sin obstáculos, todo su enojo.
En un breve recorrido esta mañana por las dependencias del recinto, era posible percibir el aroma a pescado impregnado en pisos y muros, por más esfuerzos que se han hecho para borrar las huellas de tan particular manifestación. Muros rayados y muebles apilados quedaron como mudos testigos de la acción del grupo que, supimos después, estaba integrado por miembros del Partido Igualdad, de reciente legalización.
En la despedida, un funcionario, resignado y con la ironía a flor de labio, nos dice: “pa’ la otra los esperamos con congrio”