Lejos quedaron los días cuando los canales de televisión abierta de Chile se volcaron a Internet con muchas ganas, pero con una tecnología poco adecuada. Era descabellado para fines de los ’90 pretender transmitir contenido en Real Media, para un país que seguía escuchando los chirridos del módem cada vez que entraba a la red.
Ahora, la televisión está en un periodo de mucha audiencia según el rating, pero de poco contenido. Si algún programa comete el pecado de ser exitoso, no es de esperar que lo repitan todos los días posibles de la semana. No existe el espacio para la innovación, sólo para los formatos calados. Así, cualquier atisbo de originalidad debe esconderse como las primeras canas.
En el 2012 jamás hubieran podido surgir el Show de los Libros, Cine Video, Revolver, El Mirador, Maravillozoo, Cuánto Vale el Show. Incluso leviatanes del rating como Martes 13 o Viva el Lunes hubieran sido vistos como ramplones, con costos innecesarios y sin conflicto.
Es aquí cuando Internet toma un rol fundamental y no solo en la TV, sino también en el Cine Nacional que está tomando mucho más brío, ya que deja de preocuparse de satisfacer al director y se preocupa de satisfacer al público nacional y descubrir que existe un público internacional más variado.
El streaming de contenido en Chile se divide en modelos a medio cocinar como los on demand de webs, como las de Bazuca, Blockbuster y por servicio de VTR, y otros que están más trabajados como el de Netflix, pero que no tienen en su oferta contenidos chilenos que pueden llegar a un público más masivo.
En cuanto al precio las páginas on demand, cobran valores menores a los tickets en cine y los arriendos en dvd con la promesa de la alta definición, pero con webs tan complejas de utilizar y con reproductores tan extrañamente codificado que ver el contenido en 480p es una pesadilla.
De hecho, el otro día ví Joven y Alocada pagando $2.500 por contenido HD, pero con una reproducción tan inestable que me hizo recordar el internet de CTC. Además, con un sistema de pago tan engorroso que creí que estaba llenando mis impuestos.
Lo lamentable es que un gran porcentaje de los estrenos nacionales están en esa plataforma. Desconozco si hay contratos de exclusividad o qué razones tendrán, pero no es la mejor manera de introducir el contenido web a un público que necesita ser convencido con algo bueno, rápido y fácil.
En el cine chileno y las series, que están subiendo su calidad de una forma memorable, los ’80 no tienen nada que envidiarle en tensión dramática a algunas producciones latinas de HBO. También merecen estar en Internet, pero en uno que funcione y que reúna a sus contenidos en un lugar accesible y cercano al bolsillo. Sea Netflix o alguno similar, por ejemplo, con tarifa plana por contenidos.
Sin embargo, una vez que se soluciona la forma, hay que solucionar el fondo. Todos esos programas que comenté anteriormente tenían la bandera de la innovación y no vivían con la tortícolis constante de ver cómo va el rating. Les apuesto lo que quieran que las productoras están rebosantes de guiones y premisas que se pierden en el cable básico o van a parar a la madrugada de la tv abierta.
Es la Internet el lugar donde se pueden recopilar contenidos y dar paso a ideas nuevas, sacando a los realizadores de Youtube y Vimeo, y profesionalizando la labor de los realizadores con la capacidad de encontrar recursos constantes, que no estén amarrados a la transmisión en horarios sin audiencias y en repeticiones editadas.
Ganaríamos todos con un sistema que premia los contenidos que se arriesgan, y la televisión abierta que hoy es un gran reality show, tomaría nota cuando el rating baje y las descargas suban.
Mike Haggar
Participó en el podcast de videojuegos, cine y TV “Procesador”. Preocupado de estos tipos de entretenimiento desde el amateurismo… por ahora.