Tras el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, la imagen que se repetía a lo largo del centro sur de Chile era devastadora: edificios colapsados o seriamente dañados, construcciones derrumbadas, muros en el suelo, en definitiva, trozos de la historia de las ciudades y los pueblos del país destruidos y en medio de las calles.
El sismo y tsunami había dejado literalmente en el suelo una parte importante de Chile, modificando drásticamente el paisaje urbano de las zonas afectadas.
Como indicaba el sentido común, las primeras acciones apuntaron a socorrer a las víctimas, ayudar a los damnificados y, por supuesto, iniciar la tarea de retiro de escombros, que es una de las labores relevantes encaminadas a normalizar el territorio.
Durante las semanas siguientes, el país develó una serie de carencias en política pública y gestión respecto a los cursos de acción frente a emergencias, pese a que considerando la cantidad de eventos sísmicos que han tejido nuestra historia, se esperaría una mejor preparación. Las comunicaciones fallaron, los recursos disponibles eran escasos y también la ciudadanía carecía de información y herramientas para afrontar adecuadamente ese desastre natural.
El problema de los escombros fue un problema porque requiere entre otras cosas soluciones a gran escala; no se debe olvidar que estimaciones oficiales señalaron que sólo en la Región Metropolitana se generó un volumen de escombros del tamaño de un cerro Santa Lucía y medio.
Escucha aquí el reportaje preparado por Fundación Terram. Narración de Nibaldo Mosciatti.
“Impactos Ambientales del terremoto y tsunami en Chile. Réplicas Ocultas de la Catástrofe” es una coproducción de Radio Bío- Bío y Fundación Terram
Las primeras acciones luego del 27F correspondieron, lógicamente a brindar ayuda a las víctimas y restablecer los servicios básicos para comenzar a volver a la normalidad.
Luego se da inicio a la reconstrucción, proceso que no ha considerado la perspectiva ambiental, poniendo en riesgo la salud de las personas y de los ecosistemas…