Al escuchar en el Senado el informe proporcionado por la Comisión encargada del seguimiento de la reconstrucción, no puedo menos que calificarlo de equilibrado y ecuánime, pues las proposiciones que contiene son útiles y convenientes para avanzar con prontitud en la restauración de los daños ocasionados por el terremoto y tsunami del 27/F. También vale la pena consignar que a través de la exposición de los senadores de Oposición, queda clara su generosidad y reconocimiento al trabajo realizado en este sentido por el gobierno del presidente Sebastián Piñera.
Como pienso que el proceso de reconstrucción es un asunto nacional que nos interesa a todos y por ello necesita de todo el mundo, estimo positivo que al rendir la Comisión su informe hayan estado presentes 6 Ministros del gabinete, a pesar del intenso trabajo que han debido desplegar para el logro de buenos resultados. Estoy seguro que, de pronto, es bueno el reconocimiento social y político que les concedamos, pues con una gota de miel se consigue mucho más. No todo ha de ser vinagre.
Aunque prefiero no repetir las cifras que se han entregado -porque es fácil que éstas entren por una oreja y salgan por la otra-, me queda sin embargo la elocuencia de esas cifras y su potencia abarcadora, que demuestran que el esfuerzo de la reconstrucción ha sido eficiente, rápido e intenso para llevar adelante un trabajo contra el tiempo por la llegada del invierno.
Esta acelerada misión no ha estado ajena a la falta de recursos, pues se debe recordar que en enero y febrero de 2010 el Gobierno saliente ya había incurrido en un déficit del 2,2% del Producto Interno Bruto. En otras palabras, había poca plata disponible, si se quiere atender al problema que genera siempre la inflación. Hubo un rechazo inicial, al menos, a la aplicación de nuevos impuestos para financiar la reconstrucción. O sea, estaba esa y otras dificultades objetivas.
Pero más allá de las cifras, quiero hacer hincapié en que todo el trabajo de reconstrucción emprendido por el Gobierno y sus Ministros ha estado centrado en la persona humana, en su dignidad, en la necesidad de atenuar el sufrimiento de las víctimas de esta tragedia. Se ha actuado con mucha consideración de la sensibilidad humana y social, lo cual pienso que ese es el test final para conocer la eficacia de una Administración.
Tomo, por ejemplo, el trabajo realizado en viviendas. Una de estas muestras es el empeño que se ha puesto por reutilizar los terrenos a elección de los dueños que quieren seguir viviendo en el sitio propio. Por supuesto, este anhelo crea un enredo administrativo, una dificultad práctica grande, no porque están diseminados sino por el proceso de reconstrucción, que evidentemente resulta más difícil de llevar a cabo. Por consideración a los habitantes de esos lugares el Gobierno ha optado en proceder de esa forma para que no se sientan sacados de su medio natural, ni desplazados ni desubicados.
Con respecto a lo que se suele decir acerca de que “ha habido poca participación”, hace algunos días estuve presente en una ceremonia en la que a las personas se les daba a elegir entre 7 u 8 tipos de casas distintas, algo nunca visto en la labor del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. ¿Y con qué objeto? Para la adaptación a las necesidades de los futuros ocupantes de esas viviendas. Ellos escogían el modelo de casa más adecuado a sus necesidades, en un acto sin fanfarria alguna.
También, dentro de la esfera de la vivienda, cabe consignar el cuidado por los planes reguladores, que son los instrumentos elementales para mejorar el entorno físico en que vivimos los chilenos, el cual -digámoslo con pena- se devalúa todos los días y recibió un golpe verdaderamente mortal ese 27 de febrero. Por lo tanto, aplaudo la labor del Ministerio de Vivienda, por estos y otros factores.
Con respecto al comentario del senador Juan Pablo Letelier, sobre la conservación del patrimonio arquitectónico en las zonas afectada, creo que su preocupación es sumamente justificada, porque uno de los temas predominantes es hoy la identidad: de dónde venimos y hacia adónde vamos.
Es cierto que en Chile no tenemos ni románico, ni pregótico, ni gótico en pleno, ni gótico flamígero, pero sí la casa de adobe, sus tejas, su fachada continua, que es lo que nos caracteriza. Ello no fue hecho por artistas medievales, pero es de las cosas que valen la pena preservar. Pienso que por la escasez de recursos y por parecer algo menos urgente, se ha planteado forzosamente una postergación en este ámbito. Y si entiendo bien lo propuesto por el senador Letelier, la idea es dictar casi una ley de facultades extraordinarias que simplifiquen la labor de reconstrucción y apalanquen aún más las donaciones. Aunque el sector privado ha efectuado contribuciones importantes, quizás podría canalizarse todavía más ese tipo de ayuda. Me parece que allí hay paño que cortar.
La misma Ministra de Vivienda me explicó que efectivamente se ha hecho un esfuerzo inicial en áreas donde las fachadas continuas son muy determinantes para la configuración de ciudades y pueblos, pero que no se ha contado con dinero para algunas construcciones individuales, como estaciones de ferrocarril, iglesias y mercados, entre otras. Me aseguró que se va a destinar al menos una parte de la ayuda externa a esa finalidad.
En suma, me parece una gran señal de madurez y cordura cívica el informe rendido por la Comisión de reconstrucción. Queda claro que el Gobierno está actuando como un Gobierno responsable, serio; que equilibra el presente con el futuro, la urgencia con las necesidades permanentes, y que eso nos va a permitir un esfuerzo de reconstrucción bien hecho.
Carlos Larraín es abogado de la PUC y presidente de Renovación Nacional desde 2006. Fue concejal por Las Condes hasta enero de 2011, cuando asume como senador designado por RN en la Región de Los Ríos, en reemplazo de Andrés Allamand.